El movimiento de un barco en un puerto ofrece relaciones que hacen cambiar de escala el lugar. La altura de los bloques, que estáticos miran al gigante en movimiento, se antoja de la misma dimensión que el barco. Los pequeños remolcadores se hacen aún más pequeños, y aquel que mira la escena sólo parece caer en querer romper las directrices de lo común.